La bendita alcaldesa de Montpellier quiere volverme loca... y lo está consiguiendo. In fact (qué culta soy, madreee), cada día se supera la muy perra. Su última y genial idea ha sido montar una pista de voley playa a escasos 10 metros de mi casa, en plena plaza de la Comédie... maldita la hora (el minuto y el segundo, también). Abogar por el deporte entre los jóvenes me parece un acierto de antemano, pero que eso signifique que con solo salir a la calle una banda de chulazos descamisados distraiga las obligaciones diarias estipuladas con mi alemán, se me antoja mucho peor. Bueno, vaya por delante que me parece una idea supertotal, pero a mi otro yo le parece pelín regular. Vamos, que nos tiene envueltos en una mezcla de catarsis personal, ataque de nervios y embolia de leche (ay, mamá, jajajaja) .
Y es que yo soy así. Yo, o lo doy todo, o me lo quedo para mí para siempre. Las medias tintas no son lo mío. Soy maniqueo, hedonista (hasta la médula), y perra, muy perra.
Bueno, pues resulta que los organizadores del torneo ya me conocen... y es que me ven a diario (y por supuesto no paso desapercibido); gafas de sol grandes (imprescindibles, si quieres ser alguien), pamelón (porque yo con estoy sementales me creo en Ascot), faldita corta y plisada, camisa de franela, piernas cruzadas y olé. Un cuadro, vaya.
Bromas aparte, me encanta Montpellier, porque cada semana la santa (a partir de ahora, mote para la alcaldesa), tiene una idea nueva, más divertida, más estupenda y más pornográfica que la anterior.
Con qué nos sorprenderá el lunes que viene, senyoras?
Os dejo, que tengo un compromiso en la playa (zona dunas, por supuesto).