lunes, 7 de diciembre de 2015

Zapping involuntario

Los mandos a distancia en mi casa siempre han sido suicidas. Entiendo que empezar con una afirmación semejante pueda resultar inaudito, pero como ha sido así desde que tengo uso de razón, lo tengo más que superado. De hecho, ya fue así en casa de mis padres, y así ha seguido siendo durante el transcurso de los años, lo que me lleva a pensar que les debo dar muy mala vida y que piensan que lo mejor es quitársela. Como muestra, un botón y como situación la manta del sofá; en cuanto la acomodo porque el dedo del pie tirita, aparece de la nada el innombrable y rompe a volar en un guiño a Ícaro (pero sin plumas...) y acaba fracasado contra el suelo con un estruendo que me hace siempre torcer el gesto de rabia. En ocasiones, incluso, cuando el muy cabrón está realmente incómodo, se hace el haraquiri y sus tripas ruedan por debajo del sofá y en ese momento no es él el que grita de dolor, soy yo; "coñooooo, la mierda del mando" Mucho coño, mucha rabia, mucho odio, poco mando... El caso es que en una de sus innumerables agonías y sin previo aviso, la guadaña virtual que habita en mi casa decidió cambiar de canal y acabé (accidentalmente) viendo el telediario. Si me hubieran dedicado Seven, se hubieran quedado en un único y aburrido fotograma; manta, tele y mi cuerpo inerte de lado, con las grasas esparcidas y perfectamente adaptadas a las abolladuras de mi usado sofá. Y es que a veces, me da pereza hasta respirar.
Leo la prensa, pero odio los telediarios; sobre todo en España. Pero el Che que siempre está a mi lado (el pobre), me dijo que no cambiara de canal (perfecto; no tenía ni que moverme) y nos dispusimos a ver lo que nos quieren contar de lo que pasa en el mundo. Terrorismo, muertes, robos, blanqueo de capitales, vecinas que no se lo esperaban porque mira que eran buena gente, mucho frío, mucha nieve, muchísimo relleno que no aporta nada para cumplir con esa absurda idea de que el telediario sí o sí tiene que durar una hora y de repente una imagen. 

Es poderosa, impactante,  insólita y al mismo tiempo es esperanzadora; 




Y es que yo, señores, soy de los que cree que 2 es mejor que 1 + 1