Nuestra hija es preciosa. No es que lo diga yo, que como progenitora no podría decir lo contrario. Lo es y punto (y seguido). Y como casi todas las guapas (menos su madre, jajaja), no es la gata más lista del mundo, pero oyes, la queremos igual. Además de no ser muy lista, Lilo tiene el don de la oportunidad muy atrofiado; me explico:
Resulta que en el palacete tenemos grandes ventanales situados en el jardin d'hiver (jajajaja) que dan a una terraza (que no es nuestra)... dicha terraza, da al tejado (mucho más abajo) de una casa de un solo piso. Bien, pues cuando llegamos a la residencia Czeschner/Herrón (jajajaja), nos vimos jodidos, porque claro, una cosa es que queramos mucho a la gata y otra que nos asemos de calor para que no se escape. Yo, como madre coraje (e histérica), tenía muchas pesadillas con que la gata se me fuera forever. El padre, que es mucho más listo y pragmático (pero muchísimo menos divertido, jajajaja), forró las ventanas con redes, por lo que las podíamos abrir, pero nuestra hija no se podía escapar; hasta aquí todo bien.
En Montpellier ha hecho sol hasta ayer... y una media de 28 gradazos que ya los querriais para vosotras (Gina, ya sé que tú me superas)... pero ayer, cayó la mundial. La zorra de mi gata, no tuvo a mejor que despegar una de las redes, aprovechando un descuido, y escaparse. Y claro, pues no nos dimos cuenta a los diez minutos, porque somos personas ocupadas (y mujeres de nuestra época) y nos pasamos el día trabajando (en la esquina, o en el bar, pero siempre dándolo todo).
A eso de las diez y media de la noche, decido ir a darle de cenar a mi hija... y al hacer memoria (que me cuesta) no recuerdo haberla visto en unas horas (pero si no estabas en casa, maricón, pensaréis vosotros, llenos de razón).
Lilo arriba, Lilo abajo, yo haciendo ruidos de gata para llamarla, chantajeándola con el sonido de la comida, que siempre funciona... en fin, todo muy digno, como os podéis imaginar.
Ya después de una hora, y con la que estaba cayendo, le digo a mi alemán, oye, no se nos habrá escapado? Y él, desde el sofá viendo una peli de HP (sí, Inyaki, sí) me espeta; qué va, mari, que estás paranóica (pero en su idioma, que es como más parco y mil veces más soso, también). Y entonces abro una de las ventanas y vuelvo a mi rutina de ruidos que solo entiende mi gata (lo siento, vecinos) y oigo, a lo lejos, un maullido. Raudo, veloz, patoso y preocupado, salto a la terraza y de allí (metro y medio, más mis dos de maricón) al tejado de la vecina. Y me encuentro a la pobre gata muerta de frío, mojada y medio atrapada (que no herida) bajo una especie de alambre del que no quiere/puede?/sabe? salir... Y en vez de sacarla al momento y sin pensarlo, voy y me echo a llorar sin remedio y sin fin (jajajajajajajaja).
Tuvo que venir Olaf, linterna en una mano, desesperación en la otra (viendo y oyendo el cuadro), y entre los dos capturarla y llevarla de vuelta con su familia, donde tiene que estar. Ella, una vez en casa, comió como si no hubiera un manyana y nos dedicó una cagada monumental (por grande y ruidosa) en su caja, que ella tiene una educación incuestionable, dignísima y carísima.
Me da a mí que esta gata, por muy alemana que sea, ha salido a su madre.