miércoles, 13 de julio de 2016

Dos veces, si hace falta

"Me han robado la bolsa en el vestuario"- le espeté con mi mejor cara de orto. Ella apenas levantó la vista, pero sí lo hizo su ya acostumbrado brazo que señaló, con un gesto automático, un cartel que rezaba "no dejen ningún objeto personal sin supervisión" y que zanjó cualquier tipo de discusión posible entre los dos. Bajé la cabeza, enfadado, añorando mis años en un país civilizado (pero aburrido) y volví al vestuario donde busqué un rato más (porque a veces me despisto y pierdo incluso las bragas) hasta que me di por vencido y salí de ahí dando un portazo imaginario a través de la puerta giratoria.

Al día siguiente volví al sitio donde lo había comprado y pedí otro, con dos cojones. Lo hice sin pensar, sin rechistar, animado por la pasión de la amistad y la admiración al escritor del que soy muy fan (como lo hubiera hecho Marijose). Efectivamente, con la bolsa del gimnasio, además de calcetines sudados, shorts negros (ya mayores) y una camiseta de licra (amarilla fucsia horrorosa, pero que se lleva mogollón en las salas de deporte de esta ciudad eminentemente provinciana), se habían llevado "Un baile de muerte", de mi Abel Arana.
Tardó quince días en llegar (es lo bueno que tiene vivir en una isla...), pero apareció el mismo día que aterrizaba Gaby de Argentina, el primísimo de mi amado Germán... y las fotos (privadas) de la presentación del libro por parte de Gaby subido a unos taconazos de infarto y a un outfit digno de Carla Esquivel, dieron el (segundo) pistoletazo de salida a la lectura del mismo.

Leer un libro de Abel Arana es un viaje a su mundo interior, donde la imaginación, el desparpajo y el humor se mezclan con temas de rabiosa actualidad que toda mujer moderna debe conocer. Sin embargo, la sorpresa aparece plasmada ya en las primeras páginas; y es que la novela no pretende, en ningún momento, ser más de lo que es (se agradece un huevo), pero es mucho más de lo que pretende ser: su forma sobresaliente de entrelazar las historias, su talento para convertir los momentos más locos y absurdos en situaciones reales y su don para tornar a los personajes más estrambóticos en "gente que todos conocemos", hacen que este libro se convierta en un imprescindible para este verano.

Me quedo enamorado de la deliciosa Angelines Tarradellas y de la madre de Jose Ramón que, extrañamente me recuerda mucho a una señora a la que tampoco conozco, pero de la que también soy muy fan, que se llama Maribel. Gracias, Abel, por hacérmelo pasar TAN bien.

Y vosotras, queridas absurdas... ¿A qué estáis esperando para comprarlo?